Si me preguntas que nombre tiene mi tristeza,
en que consiste,
donde la guardo,
probablemente me
perderé entre difusas palabras, entre borrosas pausas, mientras recorro
un laberinto de pequeñas cosas, y me sentiré ridícula mientras te
digo, que mi tristeza nace de la mirada de un mendigo de amor, de tu
ausencia, de la presencia de otros, de mi locura, de tu cordura, de mis
errores, de tu perfección, de la ignorancia que recorre mis palabras
cuando más las necesito, de la sabiduría que destilan las tuyas, de mi
ingenuidad idealista, de tu pragmatismo.
Y
seguramente no me entenderás porque no conozco todos los idiomas, y
pensarás que algunas cosas de las que he dicho son buenas y seguramente
te diré que lo son en su justa medida.
Y si le sumo a la tristeza, mi alegría, el resultado será un momento cero.
Cero porque el cero es lo que está más cerca de la nada.
Cero porque la nada roza el infinito.
Pero sobre todo cero porque esos son los latidos que me quedan por contar.
Y pensarás que me estoy equivocando al sumar, y te diré que seguramente es porque mí alma debe ser de letras...
Y me dirás que sí.
Y te dejaré mi silencio para que me ayudes a llevarlo y me preguntaré si estás dispuesto a prestarme tu ayuda....
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